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19.7.21

Poética Mapuche 1

Nosotros

Elicura Chihuailaf

“Iney rume zullikelay ñi llegael kiñe lof mew, kiñe az mew ñi chumgen, kiñe mogen, kiñe az zugun, kiñe chem rakizuamgen, feypimekeeyiñ mew taiñ pu Che. Welu, kvzawtuaiñ taiñ kimael tañi chumlen taiñ mogen kimvn mew mvten ta mvley taiñ pepi poyewael ka poyeael taiñ wallon mew ka taiñ yamael ta mvlelu zoy ayepvle taiñ pu ken ka taiñ kintun ka taiñ pu reñma ka pu lof. Faw, aye mew, ka kompvle. Feypi piyeeiñ mew taiñ pu Che, tañi Gvlam mew. Wimtun ta Ñuke Mapumu.”

Nadie elige nacer en un lugar, en un color determinado, en una historia, un idioma, una visión de mundo, nos están diciendo nuestras ancianas, nuestros ancianos. Mas, la tarea es conocer lo que nos ha tocado porque conocer es la única posibilidad de amarse y de amar lo que nos rodea y luego respetar lo que está más allá de nuestros lugares y miradas, de nuestras famílias y comunidades. Aquí, lejos, y en todas partes. Así nos está hablando nuestra Gente, en sus Gvlam sus Consejos. Costumbres de la Mapu Ñuke Madre Tierra de la que somos brotes; hijas e hijos agradecidos. Identidad dicen en las culturas occidentales.


Nosotros somos Mapuche/Gente de la Tierra, nos consideramos apenas una parte más de la Naturaleza. Seguimos las normas que surgen desde sus energías visibles e invisibles. Asumimos que respiramos y soñamos bajo el influjo de la Luna y el Sol. Somos emoción y razón; niños y ancianos, ancianos y niños a la vez. La condición dual que nos rige en la totalidad de nuestra existencia. Itro Fill Mogen: la totalidad sin exclusión, la integridad sin fragmentación de la vida. ¿Recuerdas que somos apenas una pequeña parte del universo, abrazados por la dualidad de su energía a la que nos abrazamos? Porque —en nuestra diversidad— somos Hermanos y hermanas de las estrellas y de la brizna del más grande y del más pequeño ser vivo aún no nombrado que nos mira en todo instante desde lo aparentemente invisible, y que nos nombra y nos pide que lo nombremos para mirarse y mirarnos —cara a cara— desde las flores del jardín que son nuestros pensamientos.
Los pensamientos, frágiles en su permanencia, indelebles en la profundidad de la memoria. Las culturas que resuellan en la memoria de los antepasados y hablan en nosotros y son flores en el Jardín del Mundo. En cada flor, como en cada ser humano, palpita um color, una forma, un aroma, una textura particular: la hermosa amarillentud, la hermosa negritud, la hermosa blanquidad, la hermosa morenidad, que constituyen lo maravilla de este Jardín. Ninguna flor superior a otra, todas imprescindibles en el orden natural, que no es el “orden” colonialista sino el aparente desorden: la libertad expresada por las piedras, los ríos, los árboles, los lagos, las hierbas, los volcanes…, en lo finito representado por la Tierra; y las estrellas y los planetas en el infinito que vemos e imaginamos.

Nosotros venimos desde el Azul y retornamos al Azul; es su energía —el espíritu - que se cobija en su casa transitoria que es nuestro cuerpo y que en el círculo de la vida vuelve siempre a su lugar de origen. 

En Wenulewfv el Río del Cielo/la Vía Láctea nacen y mueren las estrellas, como los seres humanos nacemos y morimos en el gran Río de la Vida. Ante la brevedad de la existencia nuestra tarea debiera ser: superar la precariedade de la Palabra; así nos dijeron nuestros abuelos y nuestras abuelas.

Somos casi ocho mil millones de habitantes en la Tierra. Ante la codicia de unas pocas familias que siguen depredando la Naturaleza tenemos que ejercer el acto de Soñar y de Conversar (soñando todo lo vivido/ conversando todo lo soñado) que hoy es en sí mismo un acto de subversión porque va en contra del sistema de “progreso” que nos han impuesto. Recuerden - nos dicen - que, en la dualidad del tiempo circular, habitamos la frontera finita de lo nombrado, intentando siempre atisbar la infinitud - pletórica de significados - de lo por nombrar.

Pero en este tiempo nuestro espíritu y nuestro corazón se agitan porque sienten pena al constatar la realidade de cómo nos han venido enturbiando nuestro caudal de palabras, nuestro colorido de jardín diverso, su movimiento de oruga imperceptible. Son millones de hectáreas afectadas por la deforestación y el fuego; millones de animalitos y aves muertas y desplazadas; millones de insectos desaparecidos. Las plantaciones de eucaliptos y pinos interrumpiendo el ciclo del agua. Y la lluvia no viene o viene toda de una vez. En médio de bocinas y ulular de sirenas, en la complicidad del callarse, del no ver, del “no es para tanto”, “si lo hubiera sabido”, “estuvo/está más allá de nuestras posibilidades”, que intenta justificarlo todo. El poder. La cuotita de poder. La terrible complicidad con los que están arrancando las páginas del gran libro de la naturaleza y, en consecuencia, de todos los diccionarios en todos los idiomas del mundo. Para consolidar el olvido.

Nosotros, los pueblos nativos, no hemos perdido la memoria que nos está diciendo que todos los seres humanos —en todos sus colores— provenimos de antepassados nativos. Por eso, Nosotros y los pueblos nacionales profundos que hoy empiezan a recuperar su memoria y se rebelan, decimos: Sí, queremos el desarrollo, pero con la naturaleza y no contra la naturaliza pues ello nunca será desarrollo sino sólo destrucción.

Publicaddo em Puerto de Ideas de la A a la Z, pág. 82-85. Leila Guerriero (ed.). Santiago de Chile, Junio 2020. ISBN digital: 978-956-9058-36-3. 
www.puertodeideas.cl 

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